Me llama Enrique desde Extremadura para decirme que Miguel Vélez ha muerto. Me quedo paralizado. No es miedo, ni estupor. Es parálisis. Silencio. Desconcierto. Me digo: el día 10 estuvimos juntos, en una manifestación, hacíamos verdad la democracia en la que siempre creímos. Sabía que tenía menos de 50 años. En efecto, tenía 46 años. Fue profesor de Historia del Instituto "Isla de León", compañero, tutor de Enrique. Un verdadero intelectual. Un hombre enamorado de la Enseñanza que se vio obligado a abandonar por su Parkinson. Pero no ha muerto de Párkinson. En verdad me da igual de lo que ha sido. Ha sido. Hablábamos siempre que podíamos, nos queríamos mucho y mucho nos admirábamos. Cuando tuvo oportunidad, lo dijo. Yo lo digo ahora. Ayer estuve en un Tanatorio porque se fue la mujer de mi amigo Ildefonso, hoy en otro porque estaba allí todavía Miguel. No sé lo que será mañana. Ni sé cómo se puede sobrevivir a tanta tristeza como siento ahora.
Creo en Dios. Nadie me pregunte los detalles. Sé que nos hizo para la Vida, no para la Muerte. Somos Vida y seguiremos siéndolo. Porque si no sería vana nuestra fe. Y no lo es. Porque si no todos los que han dormido con la esperanza de la resurrección jamás se despertarán. Porque creo en el Salmo: Muerte, he ahí tu victoria.
Mas este dolor duele, duele de verdad. Y levanta la costra de la herida de todas las muertes. Que cada día van siendo más, cada día van siendo más...
Miguel Vélez
Este dolor duele, duele de verdad...
El disparo de óxido, de polvora y de níquel nos ha destrozado las entrañas. Miguel, que tanto odiaba el protagonismo, ha interpretado el papel principal en esta tristísima historia. Había quedado para el martes. Teníamos tantos proyectos para hacer, tenía tanta ilusión, tantas ganas de seguir ayudándome. Miguel se ha llevado un trozo de mi vida. Miguel, Miguel, Miguel... ... Miguel.
ResponderEliminar