miércoles, 11 de diciembre de 2019

PALABRAS DE UN AMIGO

 

(...) Acudo a la presentación del siempre penúltimo libro de mi amigo -que lo es de veras- Enrique Montiel. El título ya asienta una perimétrica declaración de intenciones: ‘La carta del cielo’.

Enrique es académico de varias Reales Academias: un hombre de espíritu renacentista que sin embargo nunca había coqueteado con el amour fou de la poesía. Enrique se ha vaciado de armas y bagajes autobiográficos. No confunde barroquismo con retórica. Ni la artificialidad con lo ampuloso. Se desmarca de toda cáscara formal. Para superponer el tono lírico con la meditación que no pretende alistarse en el nihilismo de los ocasionales aspirantes al Parnaso. Un escritor, sí, regresado.


Diario de Jérez
'Jérez íntimo'_Marco Antonio Velo
2019 12 10_




viernes, 13 de septiembre de 2019

Revista Al-Jazirat_EL FLAMENCO DE LAS MUJERES



_______ El flamenco de las mujeres
                                                                                            Para mi admirado y queridísimo Luis Soler

Suelo decir dos cosas en las que, por supuesto, creo firmemente. Primera, que las mujeres cantan el flamenco mejor que los hombres y, segunda, que fue Pastora Pavón, una mujer, la que “inventó” el Flamenco. Se lo escribí un día a Manuel Bohórquez, extraordinario conocedor de Pastora, que no me negará, pero lo he dicho en otras ocasiones también. Y lo sigo diciendo. Me apresuro a afirmar que lo digo yo, camaronero irredento que tiene en un altar a Caracol y a Vallejo en otro, al Gloria y los de Cádiz, Terremoto y Perrate, El Indio Gitano y El Torta, Luis de la Pica, y más, en el celeste cielo de la gloria bendita del cante. Porque aquí, digo en el Flamenco, no podemos ir de milimétricos y exquisitos y neutrales sino de aficionados comprometidos con la verdad, nuestra propia verdad. Vamos, es bueno para mí lo que me gusta a mí. Y gustarme-gustarme me ha gustado La Niña de los Peines, a rabiar. Y he levitado con Fernanda de Utrera, y su hermana Bernarda también, claro; con Paquera, Tomasa La Macanita y La Perla y me escribe mi buen amigo José Luis Vargas Quirós y me pide un artículo para su revista sobre mujeres, sobre tres mujeres que, resumiendo, muero por ellas: Inés Bacán, Tía Juana la del Pipa y Dolores Agujetas. ¡Es que pongo los tres nombres uno al lado del otro y ya he concluido este artículo! Verán, es que Inés hace la lentitud y la solemnidad del cante, Tía Juana crea lo telúrico y Dolores Agujetas araña y sangra y duele. Lentitud, misterio y dolor, pues. Puestos a elegir habría que decir como dicen las madres de sus hijos, a todos los he parido igual, no puedo querer a uno más que a otro. No es posible un escalafón de estas mujeres, ni de todas las que han llegado a ser y a representar algo en el Flamenco. Imposible.

Tienen en común algo denotativo estas cantaoras, un factor común que llama la atención: ¡son tan humildes! Pero sobre todo se han inventado a sí mismas. Esta nota distintiva de los verdaderos artistas, no de los que imitan o francamente copian, mimetizan, las caracteriza y define. ¡Porque se parecen a sí mismas! Oímos a Tía Juana del Pipa, por ejemplo. ¿Se parece a alguien? Canta a lo perfecto pero es ella, completamente ella. Sin conservantes ni colorantes ni otros aditivos. Es la garganta abierta, el corazón abierto. Puede que ni ella sea consciente de los quilates que atesora. Hace lo que sabe, lo que siente cuando canta. No ha ido al colegio, no se ha entrenado ni obedece estrategias ni tácticas cantaoras. Que no es de “academia” es prístino, evidente. Porque nunca igual lo que canta, porque cada vez crea con la misma materia la formalidad perfecta y diferente. En lo que coincide con Inés Bacán y Dolores Agujetas. Son particularidades, singularidades. Tienen las tres un sello propio e indivisible. Los definí más arriba: dolor, lentitud, duende puro. Entonces acotamos un espacio singular, el espacio de las mujeres en el Flamenco. Es un coro afinado a más no poder, de mayor duración y con voces únicas. Se trata de una orquesta de singularidades, de una polifonía flamenca única, extraordinaria y milagrosa: El flamenco de las mujeres.

En el caso de Dolores, Tía Juana e Inés hay un hilván siempre entre ellas. Cantan al límite de la afinación, se ponen en el sitio más difícil, el lugar imposible. No porque lo busquen ni lo quieran sino porque ahí surge su cante más genuino, en ese lugar de la fatiga máxima, en ese espacio del sonido de la verdad, de la suerte de la verdad del cante. Por soleá, por todo. Fatiga y más fatiga porque de verdad que su cante nos duele, nos estremece, nos sacude y nos exprime en lágrimas, en emociones y en sentimientos. Como sólo las mujeres saben, como el flamenco de las mujeres suele.

Pastora “inventó” el flamenco, he dicho. Su engañosa facilidad deslumbrante puso los cimientos del edificio en donde conviven estilos, voces, modos y maneras cantaoras. Pero hay ese coro, el grupo divergente de las mujeres cantaoras en donde están Inés y Dolores y Juana del Pipa, estas tres artistas de la singularidad, estas voces únicas y distintas que sólo se parecen a sí mismas.

 La Isla, 11 de septiembre de 2019_



martes, 19 de marzo de 2019

El Pinsapar / PÉREZ-LLORCA



_____ Pérez-Llorca

Esta tarde en el Teatro de Comedias de aquella Real Isla de León en donde empezó todo, digo esta epopeya de la libertad que protagonizaron Cádiz con su Isla en 1810-1813, el presidente de la Diputación Provincial y Alcalde de San Fernando, José Loaiza, hará entrega a José Pedro Pérez-Llorca del nombramiento de Hijo Predilecto de la Provincia. Recuerdo -porque era de Cádiz y porque la época fue un impacto indeleble para mi generación- a aquel Pérez-Llorca joven, activo, discreto. Digo que formó parte de la Redacción Constitucional y que luego fue nombrado Ministro de Asuntos Exteriores. Cuando se cayó aquel entramado de partidos, personalidades y traidores llamado UCD, Pérez-Llorca desapareció de la escena, dedicando su vida al Derecho y a la familia. No ha sido hasta las celebraciones y el cuestionamiento de la Constitución que él tan decisivamente hizo posible cuando hemos vuelto a ver a aquel joven maduro de 1978 traído y llevado. Digo como figura de los homenajes, como Presidente del Museo del Prado. Y en Cádiz. Jurado del más importante Premio Cortes de Cádiz -De la Libertad-, Académico de la Real Hispano Americana, Hijo Predilecto de la Ciudad de Cádiz, con Chano Lobato al cante, y las adopciones del maestro Antonio Burgos y el doctor Concha, eminente cirujano. En la misma inolvidable jornada municipal. Pero sobre todo en cuantas ocasiones ha podido acercarse a su casa, a Cádiz, impartiendo esa gaditanía esencial hecha de cultura, simpatía, ingenio, ironía y sensibilidad. Es como el arquetipo del gaditano, o cuando menos del imaginario cincelado por los siglos de lo que un gaditano fue, ha sido, debe ser. O sea, todo esto unido a una mirada como de vuelta y a una manera de rodear las cosas desde la lucidez más acerada donde se responde a lo más intrincado con una pregunta, un silencio, una sonrisa o un sí o no.

Lo que era de Cádiz exclusivo, digo quintaesencia de lo gaditano admirable, José Loaiza lo hace provincial, como elevándolo al conjunto de esta porción de la España histórica. Lo sube a la sierra de la Gloria, lo introduce en los parques naturales de los pinsapos, alcornoques y lluvias, en las llanuras, en la otra bahía del Gibraltar cautivo, entre los viñedos, en la ciudades de este lado del río Guadalquivir... Quien puede darla le ha dado la predilección de todo este mundo que es nuestro mundo, tantas veces ensimismado, litoral, soñador y soleado. A José Pedro Pérez-Llorca y Rodrigo, padre constitucional, ex ministro de Asuntos Exteriores del Reino con su retahíla de honores ya codificados, su ironía, su benevolencia y su cercanía tan sincera a lo que siempre fueron sus origenes: Cádiz y la libertad.

Diario de Cádiz
El Pinsapar
2019 03 19_

jueves, 7 de marzo de 2019

Obituario / JOSÉ PEDRO PÉREZ-LLORCA.


_______ La memoria inédita

José Pedro Pérez-Llorca quería escribir un libro con su memoria íntima, su tiempo de Cádiz, su patria infantil. En el círculo familiar refería esos recuerdos a los que quería darle forma. Habló conmigo de ese proyecto, que verdaderamente quería dejar cumplido antes de irse al misterio, cruzar ese umbral. No sé si lo empezó a escribir. Habría sido un modo de ser conocido más profundamente. Digo cuánto le dolió la explosión de 1947, que se llevó a una parte de su familia. No se ha escrito mucho –digo desde la altura de un Pérez-Llorca– de aquellos años ni de aquel Cádiz gris y frío, desportillado y herido por la represión nacionalista y la guerra recién acabada. José Pedro me contó parte de la escritura no escrita de esas memorias. Fuimos aplazando la primera jornada de trabajo en serio, porque él quería que yo le “ayudara” de alguna manera en cumplir ese sueño. Nada me habría gustado más. Pero era un hombre verdaderamente ocupado, pese a pasar de la setentena, un hombre muy ocupado. Con compromisos sociales, la presidencia del Museo del Prado y, sobre todo, la dirección de su despacho profesional… del que “vivía”.

Cádiz le “daba” la vida, sacaba tiempo de donde no lo había para venir a Cádiz, estar en Cádiz, ponerse a disposición de Cádiz. Su despacho, su persona, sus contactos en el mundo, su sabiduría, todo él estuvo al servicio de Cádiz, a las órdenes de Cádiz. Era el hombre de la Real Academia Hispano Americana en Madrid, el aliado perfecto del gobierno municipal para traer a Cádiz una muestra del Prado, como ocurrió realmente. O lo que fuera bueno para la ciudad. Pero sobre todo se había convertido en el paradigma, en el prototipo de gaditano, en el modelo a imitar, en lo máximo que se puede aspirar. Y por eso fue definido como el imaginario máximo de lo gaditano en la historia: culto, buen conversador, liberal, diplomático, educado, ocurrente, simpático, abierto, generoso. Y mucho más. Había sido un político importante, uno de los padres de la Constitución, nada menos. Fue cuando hizo falta que metieran el hombro los españoles para superar el fatalismo de serlo. Por la política pasó dejando una fama espléndida, porque aplicó a esta dura realidad de aquellos años, gran parte de las virtudes que lo hacían gaditano. Lo fue todo pero no ha podido completar el sueño de poner la palabra sobre palabra de su infancia, de sus padres, del desastre de aquel día de verano de 1947 en el que se segaron muchas vidas, inexplicablemente. Habría sido el colofón de una historia de amor a una ciudad que, estoy seguro, sabrá recompensarlo como se merece.

Diario de Cádiz
2019 03 07_