lunes, 23 de abril de 2007

Calle Real / ESTÁTUAS OBLIGATORIAS




_______ Estátuas obligatorias

Fernando Miranda, su amigo Agustín Fernández, el Guti si estuviera entre nosotros, otros así de cañaíllas como la copa de un pino podrían decirle a De Bernardo, a Pedemonte, a Fernando López Gil, a los demás candidatos de mayo quienes fueron Chicha, Mariano, Cría, Alías, Chispa, Cantón, Luis Periñán, Devesa, Jiménez… La selección de los once jugadores del Club Deportivo San Fernando de todos los tiempos que podrían formar el bronce inmortal del equipo azulino en la Plaza de las Esculturas, que además es un trozo de aquel viejo Madariaga en cuyo verde césped surgió la hazaña, la gloria y la memoria que nunca debe sepultar el olvido.

El grupo debería encargarse a varios escultores, para que el conjunto sea más rico todavía en formas, estilos, sensibilidades. Pienso en Alfonso Barraquero y en Antonio Aparicio, como es natural, porque son nuestros escultores máximos, pero también pienso en otros isleños que podrían acometer el trabajo, o en otros escultores invitados para la ocasión. Once esculturas, once escultores puestos de acuerdo en el conjunto, quienes estén en cuclillas, quienes de pie, quienes abrazados, quienes con las manos detrás o sobre los hombros de sus compañeros. Se trata de emular las viejas fotos sepias de los años 30 y 40 y 50 y 60 del siglo pasado, los años que fuimos felices y jugábamos en Segunda División, que venía el Zaragoza, y el Murcia, el Huelva, el Levante, muchos que subieron y bajaron y algunos que subieron para nunca bajar y ahí siguen, en la cumbre del fútbol español.

Antonio Moreno puso en bronce a Rafael Ortega, que también fue una estatua obligatoria, y a la Lola, la que cuando se iba a los Puertos La Isla se quedaba sola… Hay en la reciente memoria un Antonio Moreno patriota cañaílla que deben tomar como ejemplo quienes lleguen ahora. No el político que recalificó el suelo de Fábrica de San Carlos, que creo ha sido su gran error político, sino el isleño fiel a la tradición de su ciudad natal, su primer amante. No sé si el callejero recoge estos nombres que tengo por gloriosos, los nombres de los once jugadores del imaginario de la felicidad de La Isla inmortal, pero ese Parque de las Esculturas debería incluirlos bajo el cielo azul o la lluvia que los cubrió un día. Desde las gradas derribadas se oirá algunas tardes el estruendo de las palmas y el indesmayable grito de la victoria. Puede que el bronce sonría y asome su estatura la vieja noria de la huerta de Mainé. Hagámoslo posible, por favor.

Diario de Cádiz
Calle Real
2007 04 22_

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