No sé lo que me espera en la Isla de la Palma, la isla bonita del volcán que explotó delante del mundo y cuya lava roja y naranja brillaba en las noches de aquellos días. Voy al Festival Hispano Americano de Escritores. He sido invitado y no sé cómo puedo agradecer el regalo inesperado de esta invitación inesperada. Digo que voy agradecido y feliz, salgo en unas horas y en unas horas estaré en los Llanos de Aridane con algunos amigos entrañables de hace más de 40 años y con otros escritores y poetas que admiro. Pienso en la energía que hay tener para poner en pie este proyecto, y el gran amor a una tierra, Las Canarias, para que florezca allí el encuentro. Es el caso.
Las Canarias fueron siempre la parada obligatoria de todo lo que salía
de la península para ir a Las Américas. Hoy no vamos como una parada
obligatoria, vamos a encontrarnos los que trabajamos con el maravilloso
mezquino idioma. Nos vamos a hablar con nuestros distintos acentos y similares
palabras, comeremos juntos y beberemos juntos. En el corazón de la Isla Bonita,
que si así se llama es por algo, seguro que es por algo. Forma parte de un
archipiélago -el otro archipiélago de las España- bautizado como Islas
Afortunadas. Desde luego yo sí soy el afortunado, de verdad que sí, por poder
vivir este viaje, participar en este encuentro de autores hispano americanos,
conocer sus libros, sus opiniones, sus inquietudes y sus pensamientos.
Iré contando, estoy seguro.
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