Vas por la calle. La casualidad es que no tenías previsto ir por la calle ni, mucho menos, por esa calle. El hecho es que ibas por esa calle y en la terraza del bar había una televisión encendida. Y en esa televisión tú hablabas. La sensación, entre azarosa y rara, la calle, la televisión y tú hablando en una pantalla de plasmas. Cosas modernas.
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