Era tan modesto, tan humilde, tan fragüero, que no creo que pensara nunca que su Cádiz le pondría una calle, que una calle de Cádiz tuviera su nombre puesto: Santiago Donday. No la vio en vida, no vio que bajando por Jabonería aparecía su nombre, en el barrio más flamenco de Cádiz, en uno de los barrios más flamencos del Flamenco.
Cuando paso por allí y veo su nombre en la pared escrito, o cruzo la plaza de la catedral, donde tomábamos café muchas mañanas, oigo su voz risueña en un gesto adusto llamándome "sobrino".
Todos nos vamos pero algunos cuando se van dejan un hueco tan grande, tan grande...
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