Tuvimos dos profesores excepcionales, inolvidables: Don Alberto Agudo Luego, segoviano, discípulo que fue de Antonio Machado, de don Américo Castro, Menéndez Pidal, Sánchez-Albornoz... Represaliado político, en 1969 estaba medio perdonado. Nos enseñaba Latín, pero sobre todo un estilo de vida, una amor a la cultura y a la libertad del que nunca tendré palabras suficientes para darle las gracias. Y Carlos Galiana, hijo de un profesor de Filosofía, catedrático de Griego. Embobado me quedaba con sus incursiones en el indoeuropeo, en su sabiduría ática... Era, es, una bellísima persona. Una inteligencia para la filología clásica poco común.
Qué suerte tuve entonces, Dios mío.
Dice Raquel que pareces Paul Newman...
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