_______ Dónde está Lorca
Yo sé dónde está Lorca. Lo sé desde hace mucho. No había cumplido los 20 años cuando lo supe. Es más, recuerdo todavía la intensa emoción que sentí. Antes de traerlo a mi casa, en donde sigue, estaba en la entreplanta de una librería maravillosa que había en la gaditana calle Columela, desgraciadamente cerrada, la Librería Cerón. La entreplanta era de techo más bajo, y en una zona como acotada en donde estaban los anaqueles de las Obras Completas de Aguilar, estuvieron los dos tomos de las Obras Completas de Federico García Lorca, estuvo Federico. Se subía una escalera de madera forrada de moqueta verde, de pocos peldaños, y accedía uno a un espacio grande en donde había una verdadera librería, una colección de libros maravillosa.
Muchos meses iba yo a esa librería a comprar un tomo de Aguilar, con mis parcos ahorros, o a mirarlos. Digo que miraba los libros, los precios y también miraba el contenido. Cerón forma parte de los reductos mágicos de mi vida, como las librerías de García-Bozano y Piorno, de mi pueblo, y algunas que conocí años más tarde, como la librería Lagun, de San Sebastián, o la Cervantes, de Barcelona, que hace un par de años le han quitado el nombre en la pleamar nacionalista por uno catalán que no recuerdo ahora.
Estaba diciendo que me traje a Lorca a mi casa como si fuera el cuerpo delicado de un recién nacido. Hasta que no estuvo en casa no fui yo feliz y juro que lo he cuidado con primor. Y asiduamente lo he mirado y me ha emocionado, maravillado, subyugado, embelesado, extasiado su voz que siempre dice la canción. No sé cómo decirlo, Federico vino al mundo para ser esa criatura celeste, llena de luz y de alegría. Andando el tiempo lo he compartido con mis hijos, les he enseñado el valor del arte, la magia de la palabra alada, he intentado transmitirles mi amor por Federico, por su obra inmortal.
Con el corazón encogido, por la pena y por la rabia, he esperado la aparición de sus huesos arrasados por la muerte. Todos pensaban que estaba allí, donde fue el crimen. Pero no hay nada, no hay nada. Porque está aquí en mi casa, y en millones de casas de todo el mundo, lo tenemos las gentes que no olvidamos, los agradecidos, los deudores de uno de los poetas inmortales de nuestra lengua y de nuestra patria, la tierra de nuestros padres. Y sabemos que, una vez más, es válida la voz evangélica contra la muerte: He ahí tu victoria. Porque unos llevarán por la eternidad el estigma de Caín y otros la corona de luz y de infinito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario