Nunca había visto los instrumentos, me llamaron la atención muchísimo porque unas cuerdas estaban ajustadas a sus notas y claves correspondientes, y las otras eran las clásicas de los instrumentos de cuerda, pero sobre todo sus voces. Eran de una preciosa melancolía, graves pero no tanto, unos barítonos medios. Cantaban maravillosamente canciones que me recordaron las clásicas del folklore tradicional ruso.
Esos instrumentos, esas voces y esa ciudad tan hermosa con sus calles empedradas, limpias, sus edificios que parecían recientes y la lengua desconocida hicieron que me quedara como clavado junto a ellos. Estaba claro que había tenido que recorrer medio mundo para encontrarme a estos dos músicos tan bien acompasados cantando canciones tradicionales bálticas. Aunque solo fuera por esto valió la pena allegarse a este mundo lejano, tan bello bajo el sol...
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