Cuando era niño quise ser torero. Creo yo. Lo cierto es que iba a los desencajonamientos, cuando podía asistía a las corridas, me gustaba mucho torear de salón en los esteros. Los niños de los 50 habíamos nacido en una España en donde lo antitaurino era impensable. Y en aquella Isla libre de aires y libre de libertad, se hizo torero Ruiz Miguel y todos decían que seguía la estela del maestro Rafael Ortega. Ya estaba retirado, o retirándose. La gente se hacía eco de su valor y de su pericia. Nadie con la espada como él. Ya decía, un héroe de la infancia. Todavía era rubio, silencioso, de claros ojos azules. Andando el tiempo se fue, silenciosamente. Y pasados los años pusieron en bronce su arte.
Hoy lo traigo aquí como homenaje a esa infancia feliz en que había toros en La Isla de Camarón, que era la mía.
Rafael Ortega Domínguez
San Fernando 1921 - Cádiz 1997
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