_______ Cerrado por vacaciones
Los ojos cierro. Por vacaciones. Los lleno de sol, mar y nietos, mis adorables Rodrigo y Claudia. Sonríen y ríen sin parar, respetan el agua. Digo que cuando vienen las olas, ya rotas, a la orilla corretean para volver. Como el poema: me voy pero me quedo, desierto y sin dinero. Como yo mismo, que nunca me voy del todo. Estoy aquí anclado, en este piélago muchas veces triste, lo que sería más soportable si sólo fuera eso, lo malo es cuando se torna mezquino, se tiñe de lo bueno soy yo y pongo una raya en el suelo para separar el grano de la paja, como si fuera grano el grano y paja la paja.
Gabo llamó Macondo a un poblado de adobe y cañabrava a donde un día llevaron el hielo. La Isla llamo yo a otro poblado de roca ostionera donde una vez hubo una fábrica de hielo, salían barras grandes, blancas, heladas, que una camioneta repartía por los bares. Y hubo también otra fábrica de gaseosas -De Celis-, y tahonas visibles, obradores en donde batían el merengue y hacían una crema de batata dulce con la que rellenaban las mediasnoches. Y aquella Ibense de cuando Rosita era una sonrisa juvenil que hablaba valenciano con sus padres, donde conocí la horchata y la limonada y los cortes americanos.
En aquella Isla de la memoria indeleble jamás las doncellas podían competir en esbeltez con las acelgas, que dejó para la eternidad mi poeta Juan Mena, qué grande... y en donde Rafael Duarte cincelaba las metáforas más brillantes de la lírica. Las prosas las pusieron mis inolvidables Antonio González Muñoz, José González Barba, Germán Caos… Mucho antes de que Luis Berenguer, mi maestro, saliera con la escopeta al hombro junto a Juan Lobón, mucho antes...
Había músicos, y músicas. Y terrazas de verano donde soñábamos con otra ciudad que devino en esto, y otra España que acabó llegando. Más o menos. Y trabajo, dignidad, bálsamos para las viejas heridas y un horizonte que se abría en días como éste, al pie del mar que era más ancho que la mirada, playas de lentos relojes de arena, y cines de verano. Dios míos, sobre todo eso, cines de verano… No había otro espacio de felicidad mayor que el atardecer que se acercaba Colón arriba, hacia Madariaga, salvo quizá los domingos de gloria del Club Deportivo, la hinchada ronca de gritar, exhausta de aplaudir a sus héroes.
Los ojos cierro, por vacaciones. Y se me llenan de todo esto, de la Isla que morirá conmigo. ¿Debo pedir perdón por la melancolía?
Diario de Cádiz
Calle Real
2009 08 03_
... precioso, Enrique, precioso.
ResponderEliminarY esa pregunta con la que cierras tu relato, si me lo permites, solo tiene una respuesta que valga la pena, solo una... jamás!
Vaya Enrique, me llegó a mi también la nostalgia leyéndote. ¡Cuántos recuerdos!, pero, fíjate, son recuerdos que me traes, que a mi no me llegan solos, que me los tienen que rememorar y, contigo, los he vivido hoy con toda la intensidad que suele tener lo real, a pesar de que ya nunca volverán. Gracias y un saludo desde Asturias
ResponderEliminarComo dice mi hija Patricia Cavada, "qué pesado sois los viejos isleños con tantos recuerdos y tanta melancolía". Y es que yo ya estoy como tú, que cierro los ojos y sueño despierta con los cines de verano, los juegos en la calle hasta la madrugada, la Velada del Carmen en el Parque con todo el barrio iluminado y el olor a buñuelos y papas fritas. Siento que mi ciudad está cambiada, que no es la Isla de mi niñez y quiero recuperarla aunque sea en mi pensamiento.
ResponderEliminarMe he puesto manos a la obra con un blog que me consuela de tanto cambio y tantas pérdidas.
Un saludo afectuoso.
Leonor