miércoles, 17 de febrero de 2021

Calle Real / FOGONES DE CUARESMA
































_____________ Fogones de Cuaresma

Rilke tenía razón, la Patria es la Infancia. Por eso volvemos siempre a la Patria para ser felices, digo la Infancia. No es que no hayamos querido crecer, ni multiplicarnos, de hecho hemos crecido y nos hemos multiplicado, porque ese es otro capítulo del Libro de la Vida, la inmensa fortuna de llegar a conocer a los hijos de nuestros hijos. Pero no me muevo del ladrillo en donde hoy me aúpo y cojo la pluma de escribir mi Calle Real, el ladrillo de la infancia por la cocina de mi madre, las cocinas de las madres de los niños que como yo llegamos a conocer aquella Cuaresma llena de estoicismo, sobriedad y renuncias con la televisión en blanco negro poniendo música religiosa a todas horas porque había muerto Jesús y estábamos de luto, España entera estaba de luto hasta el feliz momento de la Resurrección. La España que había dejado de ser católica se había vuelto profundamente católica, religiosa y cuaresmal también en los fogones en donde se cocinaba la cocina de amor de César Vallejo. Que es precisamente la felicidad, que es la infancia. O sea, el arroz con leche, las torrijas, los alcauciles, el bacalao con garbanzos… Porque la Iglesia había dispuesto que nos abstuviéramos de carne

Hablo como si me dirigiera a muchos que no saben que esto ocurría, digo la televisión en blanco y negro conectando con el Vaticano o El Escorial o El Valle de los Caídos, la música sacra y el aire fúnebre de España, porque había muerto el Señor. Pero esto no es lo que traen a nuestras vidas ahora los restaurados isleños, han hecho una abstracción para quedarse con la gloria bendita del recuerdo de aquellos paladares que apreciaban la humilde cocina de nuestras madres y nuestras abuelas, la cocina de la cuaresma cañaílla, que era la semana que más rápida pasaba de todas las del año, porque de pronto era el Domingo de Ramos y estábamos delante de la puerta de La Salle para ver salir La Borriquita como, de pie, seguíamos el cortejo del Santo Entierro, con la nutrida representación militar, las autoridades y el redoble de difuntos de los tambores, la austera música de la Banda de la Infantería de Marina. Ya el domingo la Resurrección y el lunes al colegio, como si nada hubiera pasado.

Sí, ASHITUR vuelve a erguirse y reinventarse, a dar testimonio de los que no se resignan a morir, de los luchadores. Con un panorama de la infancia, la resurrección de esas comidas de la Cuaresma de San Fernando en donde ni se oteaba este horizonte de pandemia, esta desolación y esta ruina. Admirables, porque quieren seguir estando, quieren tener bien el alto el pabellón. De aplaudir y apoyar.

Diario de Cádiz
Calle Real
2021 02 17_


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