Nos llevó Mercedes. Creo que salió de ella porque no recuerdo habérselo pedido. Pero Mercedes sabía que me haría muy feliz el poder ir a la sepultura de César Vallejo, mi poeta emocionante. La mañana en París era radiante, como si fuera verdad lo que nos dijo, que habíamos llevado el sol de Cádiz porque desde 1900 no se conocía un septiembre final con esta luz, esta claridad cercana a donde miro. Entré agitado en ese cementerio grande en donde están las sepulturas de Saint-Säens y César Franck, entre otras muchas, como la de Julio Cortázar. París siempre es la otra patria de los que escribimos y soñamos...
Tardamos mucho en encontrar a César Vallejo (en verdad si no es por Macamen, que le preguntó a un jardinero del cementerio, no sé si lo hubiéramos hallado). Yo me tuve que sentar en la sepultura de al lado y poner mis manos sobre la piedra blanca sobre la piedra negra en donde está la parte de acá de Vallejo. Porque Vallejo está en mi casa y en el mundo entero. Está en la inmortalidad de la memoria y del hallazgo. Mercedes y Marina y Macamen y yo nos quedamos mirando lo que escribió Georgette, tan vallejiano. Hicimos las fotos y estuve allí pensando en nada, metido en una pompa de melancolía sin querer irme bajo la frescura de una sombra de árbol o quizá de una cruz alta de piedra que estuviera cercana.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
Una parte de mi se quedaba allí para siempre, en Montparnasse. Ahora, aquí, pienso en la generosidad de Mercedes y en su amistad verdadera.
J'AI TANT NEIGÉ
POUR QUE TU DORMES
GEORGETTE
Es un texto triste tal vez, tal vez no, no acierto a decir. En cualquier caso, precioso, mucho...
ResponderEliminarMe moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.