_______ Ilustres cañaíllas
Yo no lo sabía, como tantas y tantas cosas, pero durante mucho en toda España podía haber siete catedráticos de Pediatría. Vamos, o no muchos más de diez. Uno de ellos era, y lo es felizmente, de La Isla: Manuel Casanova Bellido. Idea suya fue convocar, con la ayuda de la Real Academia de San Romualdo, a otros profesores titulares o catedráticos de facultades de Medicina de España cañaíllas de nación, como Francisco Calvo Torrecilla (Málaga), Vallejo (Madrid), Revuelta (Cantabria), Campos (Granada), Hervías (Cádiz), Rey-Joly (Barcelona), Velasco (Cádiz)… Y otros nombres que ahora no recuerdo, pero que son, y siguen sintiéndose como naturales de esta ciudad amada verdaderamente.
No son los únicos cuyos nombres incluyo en una orla imaginaria de vecinos que aquí vieron la primera luz y en cuya tierra descansan a la espera de la resurrección sus antepasados. En esta orla hay poetas y escritores, estos y otros médicos, artistas de todo tipo (pintores, escultores, músicos, cantantes y cantaores), marinos, deportistas, periodistas… Todos agrupados en el factor común de un amor fuera de cualquier medida a La Isla. Como Agustín Fernández, que se fue en la semana que hoy termina, un cañaílla esencial, un amante fiel de esta ciudad, de su historia, de su pasado y de su futuro. Como lo fue Francisco Gutiérrez Macías...
Estos y otros, ilustres cañaíllas, nos han enseñado a amar a esta ciudad, llevarla siempre en el corazón. Con sus defectos, sus deficiencias, sus fallos y también con los recuerdos de sus días gloriosos, que fueron un paseo por la calle Real, un día en la playa, una charla en la Alameda, la sesión doble del Cine Madariaga, las tardes de gloria en el Marqués de Varela, la Caridad por la calle Comedias o cuando sale el Nazareno, no sé, el pleno empleo de los años 50 en la Bazán, en San Carlos…
Ahora más que nunca necesitamos recordarlos y tenerlos presentes, frente a esto que hay aquí, este desasosiego, este gobierno legítimo, sin duda (gracias al PP, claro) pero sin respaldo en la ciudad, este descorazonamiento de ciudad robada que no puede presentar los deberes bien hechos, o simplemente hechos, en el año de su bicentenario, el momento de mayor esplendor, el momento en que, por azar del destino, trascendemos del ser un caserío apenas, casi recién segregado de Cádiz, por ambiciones infinitas, para convertirnos en Villa Constitucional, en baluarte invencible por donde no pasó el coloso Napoleón Bonaparte, como dice la cantiña.
Hoy, día de San Fernando, por cuyo nombre no nos llamamos, que lo somos por uno de nuestros reyes más indeseables, el séptimo Fernando, es un buen día para traer aquí a tantos ilustres isleños, a tantos cañaíllas enamorados del pueblo en que nacimos y en el que nos gustaría dormir a la espera de la resurrección y la vida eterna. Todo lo muda la edad ligera por no hacer mudanza en la costumbre, que escribió el clásico. Ya queda menos, quiero decir, para volver a ser lo que fuimos. De verdad.
Calle Real
2010 05 30_
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