El próximo 4 de mayo se cumplirán doscientos años de la derogación de la Constitución de Cádiz. Poco más de dos años tuvo vigencia el ingente esfuerzo de los patriotas reunidos en la Real Isla de León y Cádiz para defender el honor de la Nación, establecer leyes sabias y justas y procurar la felicidad de los ciudadanos del Reino de España. Conviene recordarlo en estos días en donde algunos también pretenden derogar la vigente por el sistema de una declaración unilateral, como Fernando VII hizo apoyado en las fuerzas conservadoras y antiliberales de su tiempo.
La semilla de aquel acto ignominioso del rey absolutista dio el fruto amargo de todo un siglo, o más de un siglo si lo llevamos a las puertas de julio de 1936, de guerras civiles cruentas y odiosas. La pretensión de Mas, un dirigente político ciego, sordo y enloquecido, apoyado por los republicanos de izquierdas y otros independentistas y antisistema, no es otra que calcular la no reacción de un presidente Rajoy poco dado a la alharaca y tenido por cobarde, al que quiere imponerle la construcción de hecho de una república en Cataluña, eso sí, amiguísima del resto de los ciudadanos españoles y constituida como Estado de la Unión Europea. Un delirio.
En la derogación de la Constitución de Cádiz, Fernando VII contó con los apoyos de un campesinado finalmente perjudicado por las jurisdicciones, por el Rey. Trajo a los jesuitas expulsados, persiguió a los afrancesados y se apoyó en una nobleza terrateniente que acaparó más poder del que tenía y una iglesia furibundamente antiliberal. La burguesía no pudo hacer la revolución que se haría en el resto de Europa. Llegaríamos al siglo XX con esta rémora y estos antecedentes. Además del carlismo y los nacionalismos emergentes que eclosionan durante la II República. Triste historia la de España, en palabras del poeta Gil de Biedma. Porque acaba mal. Ahora estamos en esto, en la conmemoración de dos siglos de Cádiz que ya vendrá el 4 de mayo como llegará el 9 de noviembre, que es la fecha señalada por el president Mas con la determinación del suicida que ya no quiere mirar nada más que ir a negro. Qué alegría hace dos años, los Reyes en Cádiz, un día de fiesta, todos en la calle conmemorando otra oportunidad perdida. Dentro llevaba la polilla que destruiría el libro escrito en Cádiz, leído en sus calles y plazas y acogido con alborozo por el pueblo múltiple que era el Cádiz de las Cortes, la España toda…
Todavía estamos en el bienio de vigencia constitucional, los dos años de no ser de ninguna familia ni persona. Los españoles.
Diario de Cádiz
El Pinsapar
2014 03 18_
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