Se va el verano de Ignacio. De Ignacio Bustamante Morejón. También será el verano de Paco y Esperanza, de Rosa y Antonio. Al oído digo que también ha sido el verano de un joven que no era de aquí pero que acababa de vivir muy feliz la Feria del Carmen con su novia. De aquí. Hija de unos muy buenos amigos míos. Digo que he vivido muertes muy dolorosas, desde pronto. Vivir mucho tiene eso, ineludiblemente. O sea, que debía estar preparado para la muerte de Ignacio. No lo estaba. Cuando lo supe no lo dudé, no pensé en el toda la vida que hacía que conocía a Ignacio, mi vecino de la calle Rosario, mi amigo siempre crítico y amable, el cañaílla más cañaílla de su generación. Lleno de bondad, de silencios, de amables miradas desasosegadas sobre el presente y el futuro de su ciudad más amada, la nuestra... Y de sonrisas. Inmediatamente pensé que La Isla, sin Ignacio, era peor. Estoy convencido.
El verano de 2013, el año en que volvieron las Cortes a La Isla, ya será el verano de ese maldito accidente en la curva de Angrois. Ignacio y Pepa, Esperanza y Paco, Rosa y Antonio, con su hija, eran peregrinos en un tren. Iban a vivir el esplendor del Día del Santo, el Patrón de España. Sol en la plaza del Obradoiro y todo dispuesto en el interior de su maravillosa catedral de piedra vieja. Para Ignacio y sus amigos, también peregrinos. Las imágenes de la carrera desbocada de ese tren nos heló las sangre a todos, paró en seco a España. Sin saber que iba Ignacio. Con sus amigos buenos. Cuando empezaron a llegar las noticias... Pero no debemos quedarnos en ese día aciago sino en todos los días sucesivos en los que Ignacio estuvo con nosotros, los mil días que lo vimos sonreír y lamentarse, dolerse de su pueblo, que bien saben todos cuánto amaba. Y engloriarse de su Virgen pastoreña por las calles de La Isla. La Gracia de Dios y la Esperanza nuestra lleva por nombre.
... Tengo un nudo en la garganta. Todavía. Yo quisiera decir en las palabras de este artículo, si pudiera, quién fue este hombre pecoso, vivaz, inteligentísimo, honrado a carta cabal, ciudadano ejemplar, estudioso y amigo. Es que por lo menos su ejemplo no debería desaparecer de la Isla, como desaparecieron las huertas, los esteros, las salinas, las esplendorosas y modestas, enjalbegadas, primorosas, casas isleñas. Testigo del derrumbe de tantas cosas, sufrió mucho viendo el hollín, la herrumbre de su pueblo, el hundimiento de sus fábricas... Y lo que llegó a ser la Política local. Sobre todo tras el robo de la Caja Municipal, que tan directamente le afectaba.
Se va el verano de Ignacio, el último verano de Ignacio Bustamante Morejón entre nosotros. Y de Paco y Esperanza, de Antonio y Rosa. También el del novio de esta isleña todavía desconsolada. Sé que se va todo, es la regla sin excepción, por eso este denuedo de la huella, esta esperanza de que lo noble, lo sencillo, lo necesario y bueno, como el amor de Ignacio a su pueblo, constante y fiel durante más de 50 años, no se vaya nunca. Esto quería decir, lo mucho otro lo tengo aquí guardado en mi corazón.
Diario de Cádiz
Calle Real
2013 09 01_
Qué bonito has escrito, precioso... el duelo, el amor al amigo, a vuestra Isla, la no resignación y lo inevitable... conmovedor y precioso texto, amigo mio...
ResponderEliminarMi reconocimiento por ello, Enrique, y una oración por Ignacio y demás fallecidos.