miércoles, 7 de agosto de 2013

FERNANDO QUIÑONES

Sabía un río de versos y fue toda su vida un hombre humilde. Quiso ser escritor -que lo era- como se entra en Religión. Vivió a salto de matas, conoció el mundo. Un reguero de anécdotas orlan su biografía, seguramente ciertas. Pero ni las desmentiré ni les daré credibilidad. Forma parte de lo que se irá conmigo. Tenía amigos en todas partes, en todos los continentes. Le oí cantar por seguiriyas y contar truculencias y ternuras. Siempre lo tuve por amigo y siempre lo quise bien. Ahora lo veo en un sello. También está en bronce a las puertas de su Caleta. Su nombre está escrito en un instituto. Se vistió de sandinista, en Cádiz, y de senador romano, con todo el arte. Lo hizo todo sin atropellar a nadie, si ser más que nadie. Y cuando empezaba a cuajar en sabiduría le salió una cosa que años después se lo llevó por delante. "Homenajes, cirios llegan", me dijo un día que fue glorioso. Sólo me falta decirle al lector de estas palabras, que van en una botella por los mares del mundo, que lo lea. Sus Crónicas magníficas, sus novelas y sus relatos. En él se condensa Cádiz y la Literatura que siempre fue nuestro sueño, el de Fernando Quiñones, el mío, el de una pléyade gloriosa de narradores y poetas andaluces que vivieron el largo franquismo, tiempo frío, gris y desapacible. 


Qué grande siempre Fernando Quiñones, por Dios.

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