Ayer fui a la plaza de toros de Sanlúcar de Barrameda. Hacía meses que no veía una corrida. Solo la llegada, pese al aire frío de poniente que metía el mar cercano, el ver las gradas con sol y sombra, el ambiente de una plaza de toros un día grande, hizo que me pusiera de un excelente humor. Del cartel se había caído Sebastián Castella por una grave cogida días antes, con lo cual las decenas de aficionados franceses que se habían acercado a la ciudad del Guadalquivir, en donde se encuentra el Palacio de los Medina Sidonia y que llegaba al final de su feria anual, se tuvieron que conformar sin verlo. Los otros maestros, más el sustituto del francés, el torero sevillano (Gines) Daniel Luque, eran el valiente Padilla y el maestro José María Manzanares.
Cuando se abrieron las puertas de cuadrillas y se formó el paseíllo, hubo un revuelo de alegría en la plaza, casi llena de aficionados llegados de toda la geografía taurina. En el exterior, los antitaurinos en algarada, protegidos por la Policía Nacional, nos insultaron a todos los que accedíamos a la plaza. Las sociedades abiertas tiene esto, no pasa nada. Libertad para ver toros en la plaza, libertad para oponerse a las corridas. La línea entre ambas posiciones es lo que tiene que quedar claro.
No pretendo hacer una crónica de una tarde con magia, emoción y oles pero debo reseñar aquí el encuentro con la lentitud como esencia del toreo. Fue del joven maestro sevillano Daniel Luque, que el público agradeció pidiendo el rabo al presidente de la corrida. La emoción, el pundonor, la torería de Padilla, y las hechuras de gran torero de Manzanares, fueron el contrapunto al gran triunfador, que había venido sustituyendo a Castella, el francés que tanto admira el aficionado de los dos países.
Los tres toreros salieron de la plaza a hombros, en medio de un gran aplauso del público satisfecho por haber asistido a una corrida excepcional. En Sanlucar de Barrameda, tan bella siempre, tan cargada de nostalgias de América, que huele a manzanilla.
Saludos don Enrique, que bien por esa tarde de toros, por aquí las corridas son distintas son a lo tico... es decir se meten a la plaza todos los toreros improvisados que puedan y los que se animan, corren alrededor del toro hasta que lo marean sin embargo de vez en cuando ocurre una cogida y entonces la algarabía... muy pocas ocasiones hay carreras como las de ustedes. aunque fin de año es lo grueso de esas faenas.. un abrazo desde Paraíso, Costa Rica. Alberto Calderón Vega
ResponderEliminarHola don Enrique.. me gusto saludarlo, hasta pronto. Alberto
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