Una tarde llevé a la terraza de Bartolo, en la Casería de Ossio, a mis amigos Armas Marcelo y Caballero Bonald. He llevado a Garrigues, a Pérez Llorca, a Mercedes García Plata... Llevo a mis buenos amigos porque tengo para mi que es un lugar ignoto y maravilloso. Caballero Bonald vio a Colombia y Juancho Armas vio un playón del Caribe... Pero no, no es el Caribe, ni es Colombia... Es un lugar ignoto de la Isla de Camarón, un milagro entre Punta Carnera y Torregorda, por el lado de aquí, con la bahía enfrente -vacía o llena- en donde se pone el sol de gelatina del verano, el disco de naranja que se hunde en el mar y aparece en América.
Hoy me llevaron Enrique y Raquel y me dieron pescados de la bahía y nietos. Había un escalofrío húmedo pero venció la luz y el calor de la primavera temprana, recién estrenada. Los niños, en la arena, entre los modestos barquitos de pesca, disfrutaron de un día de sol y libertad.
Mi infancia fue siempre así, luz y libertad. Esa es mi verdadera patria, la luz y la libertad. De la Casería, de las playas de Cádiz, de la Isla de Camarón.
Y mía...
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