_______ La gran patraña
Es de novela. Ni buena ni mala. De novela. El dechado de virtud que cae convertido en depósito de vicio, la generosidad que era codicia, la moral que era cochambre. Qué esfuerzo vivir así años y años. Y ahora esto. Ocurre cuando uno se adentra en los Archivos de Protocolo, escudriña las vidas de los otros en la escritura de los notarios, cuyo secreto dura un siglo. Yo miré un tiempo esos protocolos, los que podía, más de cien años atrás, no antes, y vi negreros que pasaron a la historia como figuras venerables. Negreros. Ni sus familias lo sabían, digo sus herederos siglo y algo después. Pero esto entra en el ámbito de lo privado. El que extorsiona a sus vecinos o los exprime sobre la base del poder político o económico, explotando la debilidad esencial, la incultura o la extrema necesidad para imponer las condiciones leoninas, draconianas, puede salir impune. Si bordea la Ley. El problema siempre está cuando todo lo que amasas o perpetras está definitivamente fuera de la Ley. Porque es responsabilidad del Estado perseguir el delito, el crimen. Y en el caso de los Pujol nunca acababa de encontrar el momento oportuno. Alguien salía de la Fiscalía por una ventana, alguien mandaba parar. Era parte del argumento de la novela, buena o mala.
Estoy diciendo, ¿construían una estatua para que se deshiciera en el momento oportuno? Busco a mil por hora una línea argumental a este guión repugnante, a esta comparación conmigo, con usted, con todos los que hemos pagado impuestos, todos los impuestos. Y nunca tuvimos ni la idea de poner un poquito en Gibraltar, por ejemplo. O en Andorra. La herencia que no tuvimos, o el dinero limpio que reunimos con mil sacrificios para la Universidad de nuestros hijos. Sí, era verdad, el mundo se divide en los tontos y los listos y los tontos trabajamos para los listos. A la vista está. Pero el Estado no es usted ni yo, el Estado debería ser siempre esa maquinaria que nos dicen, que nos protege y hace imposible que los Pujol hayan amasado una fortuna que -dicen- puede alcanzar los 1.800 millones de euros. O aunque sean menos. Y tenerlos dando saltos por los paraísos fiscales que nunca entenderé por qué los permiten, nunca. La gran patraña de esta confesión al pie de la sepultura me ha enfurecido contra el Estado, el Estado que no descubrió nada o miró para otro sitio. Por la suprema Ley, que dicen.
Es que todo ese dinero eran más escuelas y hospitales, más ayuda a la Dependencia, más Constitución. Y no esta codicia atroz, esta horripilación.
Diario de Cádiz
El Pinsapar
2014 08 14_
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