Voy con Asdrúbal Aguiar y Allan Brewer-Carias, y sus esposas, a La Carraca. Como un día llevé a mi queridísimo Guillermo Morón y otro a otros, hoy acompaño a estos venezolanos de la melancolía de la libertad a este lugar semirruinoso en donde vivió sus últimos años el Precursor, el gran venezolano Francisco de Miranda, reo de Estado en esta dependencia de la Armada Real. Aquí murió y fue enterrado en un pequeño cementerio cercano. Sus restos, con toda probabilidad, pasado un tiempo, fueron depositados en un osario central del cementerio, al pie de una gran cruz de hierro forjada, alta, escueta, vertical.
Pude comprobar la intensa emoción de mis amigos venezolanos e intuir sus meditaciones sobre el inmediato porvenir de la patria, su patria que hago mía con el recuerdo y la emoción, qué duda cabe, de los días vividos en Caracas. "Volveremos, buen amigo" me dijo Asdrúbal Aguiar.
En la inteligencia de que también es Venezuela, la patria soñada de libertad, progreso y cultura que significa Miranda, esta tierra gaditana bajo un sol hermoso, el cielo azul y la pausada respiración de los caños y los esteros que circundan La Carraca.
Con los brazos abierto los esperaré siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario